LA LEYENDA DEL REY DE IS

LA LEYENDA DEL REY DE IS ( YS ) : GRALON (GRADLON)

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La historia

Ahora se sabe con certeza que las ruinas de Douarnenez, Crozon, Cap de la Chèvre y Vannes se hicieron en la época de la gran inundación. Estos cataclismos nos fueron transmitidos en la playa de Douarnenez por la leyenda de Gralon; en Cádiz, por la del viaje del Hércules celta de Og-mi.

Cuenta una leyenda celta que en la punta de la isla de la Cabra había una ciudad llamada Is, gobernada por el rey Gralón, que tenía una hija única llamada Dahu a la que adoraba. Ahora bien, la pompa, el lujo y el libertinaje reinaban en la opulenta ciudad de Gralon, y su hija no era la menos depravada entre las bellas mujeres de Is.

Gralón gemía ante los excesos de su querida hija y de su pueblo y rogaba a Dios que les abriera los ojos; pero era en vano. Un día, pues, el sol se eclipsó y un cometa con una enorme cola apareció en el horizonte; era el presagio de una catástrofe inminente. En la noche de ese día, Dahu presidía un soberbio banquete que ofrecía a mil invitados. La princesa dio la señal del festín vaciando de un solo trago una gran copa o Hanap de Cervoise (una especie de cerveza); luego, tomando un cuchillo de caza, comenzó a trocear un enorme alce, luego un jabalí y dos jabalíes; el aroma de estas vituallas deleitó el olfato de los invitados, halagó sus paladares y despertó sus enormes y vastos apetitos hasta el punto máximo.

Pero apenas comenzó el festín, las voces de los invitados hicieron resonar el palacio de Gralón; al mismo tiempo todos estos libertinos oyeron voces siniestras en los primeros planos del Astral; la tierra tembló, los invitados abandonaron el salón del festín presas del pánico, se precipitaron por los caminos, las calles y las carreteras en las que reinaba una oscuridad tan profunda, una noche tan negra, que no se podía ver en el cielo el resplandor de "la senda del invierno". Sólo los relámpagos rasgaban el cielo, los truenos retumbaban, la tormenta se acumulaba y no tardaba en estallar, vertiendo tales torrentes de agua sobre la ciudad de Is que pronto desapareció con todos sus habitantes.

Gralón, a pesar de su vejez, recogió apresuradamente todo lo que tenía de más preciado, y con este tesoro colocó a su hija en un corcel de fuego que él mismo montó para dirigir su curso, pero la riada, aún más ágil que el animal de fuego, le arrebató su carga y se lo tragó en un inmenso remolino. Parecía que la justicia divina estaba satisfecha, pues la calma volvió de repente, pero la infeliz ciudad de Is, ese inmenso receptáculo de libertinaje e infamia, quedó para siempre hundida bajo las aguas, junto con un vasto continente.
Hoy es el Mar Atlántico. Los bretones de la bahía de Douarnenez afirman ver, aún hoy, almas o más bien dobles etéricos deambulando en forma de cuervos; los desdichados parecen revolotear de roca en roca en el mismo lugar donde una vez perecieron Gralon y su hija.

La canción

En el siglo XIX, varios autores ponen su talento al servicio de este relato mítico. Théodore de la Villemarqué evoca este tema en su Barzaz-Breiz. En 1850, Olivier Souvestre, de Morlaix (no confundir con Emile Souvestre, autor de Les Derniers Bretons), creó un largo gwerz de más de 200 versos: "Gwerz ar roue Gralon ha Kear Is".

Es muy popular en toda Bretaña.
Quién no conoce su primera estrofa: Petra'zo nevez e kêr Is.
No hay figura más popular en la historia de Cornualles que la del rey Gradlon.
Todavía hoy, a pesar de los estragos de la revolución, la estatua ecuestre de Gradlon sigue entronizada en el aire entre las dos agujas de la catedral de Quimper.

Yann-Fañch Kemener interpretó este gwerz que trata de la eterna lucha entre el Bien y el Mal, Dios y el Diablo... primeros versos :

El lamento de la ciudad de Ys

WLo que es nuevo en la ciudad de Ys,
Desde que la juventud está tan loca,
Desde que oigo el biniou tan,
Bombardas y arpas.

No hay nada nuevo en la ciudad de Ys,
Sólo los retozos de cada día,
No hay nada en la ciudad de Ys más que cosas viejas,
Y las travesuras de todas las noches.

Han crecido arboledas de zarzas,
En las puertas de las iglesias cerradas,
Y sobre los pobres que lloran,
Los perros están hechos para morderlos.

Ahes la hija del Rey Gradlon,
El fuego del infierno en su corazón,
A la cabeza del libertinaje,
Lleva a la ciudad a su ruina.

Santa Gwenolé, con dolor de corazón,
Vino a su padre muchas veces,
Y con piedad, el hombre de Dios,
Le dijo al Rey:

"Gradlon, Gradlon, presta atención,
A los desórdenes que Ahes conduce,
Porque el tiempo será pasado
Cuando Dios lanzará su ira."

Y el Rey sabio, indignado,
Su hija aconsejó,
Pero debilitado por la vejez,
No tiene fuerzas para luchar contra ella.

Cansada de los reproches de su padre,
Y de dejar su mirada,
Construyó con la ayuda de los espíritus malignos,
Un hermoso palacio junto a las cerraduras.

Allí, con sus amantes,
Allí, con sus amantes, hay aubades en la noche,
Allí, en oro y perlas,
Como el sol, Ahes brilla.